King Knight: Magia, caos y la extraña búsqueda del yo
- Raquel Ayala
- 11 mar
- 1 Min. de lectura
King Knight (2021) es como si Nany e Igor del Conde Pátula echaran un montón de ideas disparatadas en un caldero, le diera vueltas y, mágicamente, todo hiciera sentido. Richard Bates Jr. nos entrega una sátira deliciosa y surrealista que sigue a Thorn, el líder de un aquelarre de brujas modernas, en su peculiar viaje de autodescubrimiento. La película mezcla humor absurdo, espiritualidad contemporánea y un poquito de reflexión existencial para recordarnos que la vida no necesita ser tan seria… ni tan cuerda.
En su esencia, la historia es una reinterpretación torpe y ridícula del monomito: Thorn, en su búsqueda de autoconocimiento, pasa por rituales, revelaciones absurdas y hasta un viaje de ayahuasca donde todo, desde una piña hasta una piedra, parece tener algo importante que decirle. Aunque el viaje no sea precisamente heroico, sí nos recuerda que aceptar quiénes somos —con todo y nuestras inseguridades— puede ser una verdadera hazaña.
A lo largo del filme vemos a Thorn con puerta de delincuente; pero con una actitud adorablemente incómoda que logra balancear su ridiculez con momentos genuinamente entrañables y con diálogos que saltan entre lo hilarante y lo absurdo.
King Knight no solo abraza el caos, sino que lo convierte en una invitación para aceptarnos tal como somos, con todo y nuestras rarezas. Una película que, sin tomarse en serio, termina diciendo mucho sobre la libertad de simplemente ser.

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