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68 Kill: el botín, la sangre y las mujeres

  • Foto del escritor: Raquel Ayala
    Raquel Ayala
  • 11 mar
  • 1 Min. de lectura

Por aquel entonces, 68 Kill (Trent Haaga, 2017) irrumpió como una comedia negra desenfrenada, llena de excesos y un humor tan caótico como su narrativa. Su naturaleza extrema y su tono provocador dividieron opiniones, especialmente entre quienes no lograron ver más allá de su fachada pulp. Sin embargo, el filme ofrece una reflexión inesperada sobre las relaciones tóxicas, las dinámicas de poder y las contradicciones de la masculinidad en situaciones límite.  


La historia sigue a Chip (Matthew Gray Gubler), un hombre atrapado en una serie de eventos absurdos y violentos tras dejarse arrastrar por los planes de su dominante pareja. A medida que el caos crece, la película se convierte en una sátira mordaz que desnuda las decisiones desesperadas y las consecuencias de someterse a vínculos destructivos. Entre personajes delirantes y giros grotescos, 68 Kill se mueve con audacia en la delgada línea entre la comedia y el comentario social.  


Aunque inicialmente pudo parecer una propuesta superficial, el paso del tiempo ha permitido apreciar su capacidad para abordar temas incómodos con un enfoque descarado y sin filtros. Es un relato tan incómodo como fascinante, que desafía las expectativas y deja un sabor ácido que invita a reflexionar sobre los límites del deseo, el poder y la supervivencia.



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