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El gran solitario de Palacio: El día en que todo occurrió

  • Foto del escritor: Raquel Ayala
    Raquel Ayala
  • 16 mar
  • 5 Min. de lectura

MEMORIAL DE TLATELOLCO

La oscuridad engendra la violencia

y la violencia pide oscuridad

para cuajar el crimen.

Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche

para que nadie viera la mano que empuñaba

el arma, sino sólo su efecto de relámpago.

¿Y a esa luz, breve y lívida, quién? ¿Quién es el que mata?

¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?

¿Los que huyen sin zapatos? [...]

Rosario Castellanos


En 1968, algo pasaba y nadie sabía qué exactamente, ni siquiera los de adentro. El 2 de octubre todo se colapsó y México, se vistió de negro (por el luto) y de rojo (por la sangre), aunque también son los colores de la huelga, ese espíritu se había extinguido. La nación quedó en confusión, en silencio, en duda, sobre todo entre penumbras y miedo que, hasta la fecha, no se ha superado del todo. La tarde del 2 de octubre murió mucha gente (eso todos lo saben): estudiantes, padres de familia, niños y uno que otro policía. Sin embargo, hoy, a casi 40 años del suceso, no se sabe cuántas fueron las víctimas del abuso de poder.


Los hospitales reportaron algunos heridos, los periódicos no se ponían de acuerdo con el número de muertos y la televisión, prácticamente, no dijo nada. El misterio se quedó como tal varios años, hundido en el miedo; la gente se conformaba con los testimonios dados por algunos testigos.


Tras la incógnita de los sucesos, el hecho de “dejar el tema atrás” y la poca información, mucha gente se acercó a la literatura como único medio masivo, por medio del cual, podía darse a conocer alguna parte de la verdadera historia del 2 de octubre de 1968. Así fue como surgió la “literatura tlatelolca” (en línea) muy distinta a la literatura de la Onda surgida en esa época, pero con la misma intención que esta.


Así es como nace El gran solitario de Palacio, escrito por René Áviles Fabila, quien en su tiempo fue partícipe del movimiento y testigo ocular de los acontecimientos de ese trágico día. Dentro de dicha obra, el autor muestra al lector un amplio panorama de la matanza, pero dividiéndola en dos visiones: a) Por un lado, la focalización se ubica en los estudiantes que luchan contra el sistema gubernamental; y b) por otro lado, la focalización se ubica en el Caudillo, el máximo representante de la república que pretender acabar con la “rebeldía” de los estudiantes.


El gran solitario de Palacio, es una crítica-satírica del sistema gubernamental del país, que nos permite no solo observar el periodo de la matanza; sino, también el narrador nos remite a la época de la revolución, es decir, desde que comenzó el gobierno del Partido Revolucionario Institucional. El autor introduce en su “Advertencia”:


Esta novela narra algunas cuestiones sobre un grupo de muchachos […] que se enfrentaron al poder omnipotente de un Estado corrupto que dirige un Caudillo longevo: lleva cincuenta años gobernando y supone que aún le faltan otros tantos. Cada seis años es transformado física y mentalmente y de nuevo se somete al voto popular, porque es demócrata. Y Revolucionario (Áviles, 1998, 7). 


Lo que el autor trata de transmitir con este discurso es que, a pesar de que el pueblo vea cada seis años un dirigente (elegido por ellos) distinto físicamente y con propuestas nuevas al sexenio pasado, este continúa siendo el mismo, ya que el pueblo es regido por la misma ideología, como lo satiriza Áviles en su libro, el Partido de la Revolución Triunfante.


El título del libro está enfocado en esta visión de la historia: “Tantos años gobernando le pesaban. Estaba solitario […] un hombre con tanto poder, está solo [….] el Presidente quedó solo, solitario en el Palacio, con su grandeza a cuestas; con su compromiso ante la historia” (Áviles, 1998: 39, 55). Este fragmento nos remite al título con un tono de lástima satírica, burlona, plasmando al Caudillo como un solo hombre que carga con el poder de una República entera a la cual debe dar soluciones prontas a los problemas que se susciten y que complazcan al pueblo. El Presidente es un solitario que debe tener mano fuerte para las soluciones y corazón débil para ganarse al pueblo.


Dentro de este mismo inciso se encuentran las soluciones aportadas por el gobierno hacia el movimiento: “Vamos a estimular a los intelectuales, a concederles premios, facilidades para editar sus engendros, ayudas, becas, buenos empleos, que formen agrupaciones, brindémosles locales y equipo, subsidios, que despotriquen y que hablen de la libertad de expresión” (Áviles, 1998: 76). La intención aquí es clara, el gobierno trata de comprar el silencio de los estudiantes desviando sus intereses hacia la “superación individual”, tal como lo habían hecho con Lupanales, antiguo intelectual que actuaba en contra del PRT: “Lupanales pasó su vida atacando al PRT y a la Revolución y de pronto […] se le aparecieron una casa propia, automóvil, despensa llena y puestos de administración pública y un periódico para él solito” (Áviles, 1998: 55-56).


Así como Lupanales había sido manipulado o comprado por el gobierno, así él, ahora tenía que tomar el lugar del gobierno para tratar de modificar la mentalidad de los Consejeros de Huelga, para que terminaran con su movimiento y el Presidente pudiera estar tranquilo para el “cambio de poder” y la Semana Deportiva que ese año se realizaría en México.


Por otro lado, a los estudiantes les llegó el día de la matanza: “murió mucha gente, mucha, mucha […] ¿Quién pudo ser tan demente, tan imbécil, tal miserable de impartir una orden de esta naturaleza para matar y matar tanta gente que no tenía armas y que solo quería hablar de los problemas del país?” (Áviles, 1998: 81). Naturalmente, el gobierno necesitaba una solución rápida, y al ser la ley absoluta en el país, casi nadie se atrevería a denunciar a su propio bando, lo más sencillo, sería comprar el silencio de los infiltrados.


Algo así se muestra en el capítulo 20, en el cual se presenta a un “participante del movimiento” que narra los acontecimientos de la tarde del 2 de octubre: “[Los comunistas] decían que mantuviéramos el caos y el desorden […] En el Consejo se discutió si deberíamos ir armados o no, Se sometió a votación […] Nos repartimos las armas. Me parece que Sergio Montoya fue el primero en abrir fuego contra los soldados” (Áviles, 1998: 131, 132). Es aquí donde se encuentra el abuso de poder, no solamente les bastó con realizar una matanza de gente inocente, sino que trataron de limpiar su imagen con testimonios y noticias compradas para quedar exentos de toda culpabilidad.


El pueblo creyó a las noticias, guardó silencio, no cuestionó y continuó su día. Los únicos interesados en los hechos fueron las familias que no encontraban a sus hijos, hermanos, esposos, esposas, etcétera; los cuales se mantenían sostenidos en la esperanza de encontrar a su pariente dentro de la cárcel a punto de salir, creyeron en las noticias que prometían un total de seis muertos y la esperanza era que su familiar no estuviera entre ellos.


Actualmente, sigue abriéndose y cerrándose el caso de Tlatelolco 1968, tratando de encontrar más pruebas contra el gobierno para que el responsable pague por todas las vidas perdidas que se pidieron quedaran en el olvido. En los años posteriores a la matanza, la memoria pareció fallar y se fue olvidando lo sucedido. Siguió el miedo y el silencio, realmente fue poco lo logrado con las publicaciones literarias sobre el tema, pero algo sí es seguro: cuando amaneció el 3 de octubre de 1968, México dejó de ser el mismo.




Bibliografía

 -Áviles F. René. (1998) El gran solitario de Palacio. Fontamara. México. Pp. 191

-Editorial Nueva imagen (2001) “La crítica especializada ha opinado sobre esta novela: El Gran solitario de Palacio” en Obras completas, René Áviles Fabila. Consultado el (18 de abril de 2008) http://www.reneavilesfabila.com.mx/OCIII.htm

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