Camada maldita: Mil recuerdos de un hombre infinito
- Raquel Ayala
- 16 mar
- 6 Min. de lectura
Polvo del camino. Retazos de hombre.
Bufones de carnaval. Hongos.
Mugre de baño colectivo.
Camada maldita,
Mierda de la mierda fuimos.
Ariceaga. A
Los años que se encuentran situados entre 1960 y 1975, aproximadamente, son años que han dejado una gran marca en la evolución de todas las artes. En la década de 1960, surge un movimiento juvenil bastante fuerte, el cual se revela como protesta, a partir de los actos bélicos gubernamentales surgidos, alrededor del mundo, varios años antes. En dicho periodo, de igual manera, nace una ideología de metamorfosis a nivel artístico, que no solo se basa en la creación artística y novedosa; sino que trata de desvanecer los lazos que atan la libertad de expresión, para sí mismo poder encontrar un público particular, es decir, los jóvenes. Esto, con el objeto compartir sus inquietudes con individuos poseedores de las mismas inquietudes.
Así es como inaugura la “literatura de la Onda”, abordando temas como: la decadencia social, el vacío existencial, el enfrentamiento con la realidad, la orfandad; los cuales no eran sino una representación de lo que pasaba en realidad en la vida de los jóvenes sesenteros. Algunas de las personalidades de dicha época se encontraron como simples espectadores del movimiento, como es el caso de: José Agustín, autor de La tumba y Gustavo Sainz, autor de Gazapo. Otros, como es el caso de Parménides G. Saldaña, autor de El Rey criollo, se encontraron tan inmersos e identificados con el movimiento, que jamás salieron de él.
Sin embargo, el caso de Alejandro Ariceaga, autor de Camada Maldita, es completamente diferente, puesto que la obra fue escrita veinte años después (aproximadamente) y el autor nunca estuvo en contacto directo con el movimiento, no obstante, lo apoyaba totalmente. Por otro lado, este hecho no impide que la obra se considere como literatura de la Onda, ya que lleva inmersas las características principales correspondientes al movimiento.
Una de las características es la temática general de la obra. En el caso de Camada…, se aborda el tema de los jóvenes. Abarcando desde su experimentación hasta la pérdida de autocontrol. De aquí se desprenden varios subtemas: la desubicación de los jóvenes: “La soledad es cabrona, estimaba el Chori, pero cuando encuentras una mujer capaz de compartir contigo las buenas y las malas, todo es más fácil… Hemos tenido muchas oportunidades, pero algunas las hemos tirado a la basura” (Ariceaga, 2004: 106). Respecto a este subtema, cabe decir que los jóvenes están cansados de vivir su vida al máximo sin llegar a ninguna parte, tienen la conciencia de que la respuesta es estabilizarse, sin embargo, esta opción solo llega al pensamiento y no a la acción, ya que el comenzar a estabilizarse en todos los sentidos, significa de alguna manera dejar atrás todos los placeres experimentados anteriormente.
Respecto a este subtema también se encuentra la “gerontofobia”— temor a la vejez y desprecio por los viejos-: “¿Te imaginas cómo serás cuando tengas sesenta y cuatro? […] cuando aparezcan los hilos de plata de tu juventud” (Ariceaga, 2004: 75). El verdadero temor respecto a la vejez es precisamente la misma que la anterior, la edad les impediría continuar con sus actividades cotidianas como jóvenes.
Madurar, significa tener responsabilidades y estos personajes no tenían responsabilidad ni siquiera de ellos mismo: “Pero no querían llegar a viejos. Habían discutido hasta el cansancio, en filosofadas incontables, que los buenos mueren jóvenes, que muchos grandes del arte y la fregada […] se habían tronado en el momento preciso, la flor de la edad […] habían dado lo mejor de sí mismos a respetable y justa edad” (Ariceaga, 2004: 85). Para estos jóvenes, la muerte a temprana edad los llevaría a ser una especie de héroes, la gente los recordaría con su fortaleza y ánimo, no como adultos rendidos ante el sistema.
Otro subtema sería la orfandad de los personajes. Dentro de la obra, en ningún momento surge la presencia de alguno de los padres de los personajes, incluso, los jóvenes abandonan sus casas para poder vivir su vida al máximo y se olvidan de que tienen una familia: “El primate y yo […] dejamos el primero de secundaria para conocer Acapulco […] El Popo, el Cadena y yo […] Dejamos el segundo de secundaria para conocer Guadalajara” (Ariceaga, 2004: 27). Los personajes abandonan el lecho familiar, las comodidades y los estudios, para dispersarse en el mundo y emprender el viaje rumbo a la experimentación.
De aquí parten los viajes en el sentido narcótico: “Éramos maletas en secundaria […] Por eso desertamos […] Además del chupe, la mota [….] El dueño de la mostaza presidia la ceremonia. Era nuestro gurú, como era el Popo. Cogía el papel arroz {…] y forjaba los pitos” (Ariceaga, 2004: 29). La orfandad implica libertad, saciar la sed de probar, investigar y experimentar, principalmente con los cuerpos, las sensaciones bajo el efecto del alcohol, las drogas y las sensaciones que provocan en ellos, la libertad y la comunión de encontrar gente que comparte los mismos gustos lo cual termina con la soledad inducida por el abandonar a la familia.
Respecto a este elemento, dentro de la obra surge una escena de experimentación en el capítulo titulado “Himeneo” (Ariceaga, 2004: 89-103) en el cual se describe una reunión en la cual participan Carmona, Gastón, Rebeca, Moreno y Chori. Los personajes comienzan tomando para posteriormente comenzar a fumar mariguana. Carmona está con Gastón (su actual novio), Rebeca y el Chori están juntos, mientras que Moreno está disfrutando de los efectos de la froga, sin embargo, la escena cambia drásticamente, Carmona y el Chori se besan, Gastón queda desfasado y lamentándose lo que sucede y Rebeca está con Moreno.
Lo que se presenta en este cuadro es que a pesar de conformar un colectivo, cada personaje está jugando su propio rol sin intentar penetrar en el juego del otro: el Chori está disfrutando el momento simplemente; Carmona se sintió atraída por el Chori; Moreno sigue disfrutando su estado narcótico; Rebeca busca divertirse y sentirse libre. Gastón es el mayor representante de la escena, a ninguno de los presentes le importa el estado de Gastón y ni él mismo hace algo para detener el caos.
Otra de las características de la literatura de la Onda es la música que se encuentra inmersa en la obra. Desde el inicio del libro, la voz narrativa nos sumerge en el sentido de la música “waiting for the worms to come” (Ariceaga, 2004: 11). Esta melodía “pinkfloydiana” a pesar de no pertenecer a la época, tiene la misma función que en cualquier obra de la Onda, la cual es, ambientar el momento por el que pasan los personajes y funcionar como himno a la obra. A partir del primer capítulo el Chori nos remite a esa canción, sirviendo como presagio de su muerte, tanto física como emocionalmente, y se va desatando cada vez más a lo largo de los capítulos.
De ahí en fuera, no se mencionan canciones realmente significativas, más bien se mencionan nombres de artistas y títulos de canciones. Posiblemente, una canción significativa con carga emocional podría ser la de “Rebelde sin causa” “Yo no soy un rebelde sin causa […] ni tampoco un desenfrenado […] yo lo único que quiero es bailar rocanrol y que me dejen vacilar sin ton ni son” (Ariceaga, 2004: 79). Dicha melodía no funciona solo para rememorar la muerte del vocalista de los Locos del ritmo, sino que también sirve como intertexto de El Rey criollo de Parménides, puesto que ambos escritores eran grandes amigos y se le menciona varias veces en Camada maldita.
Dentro de Camada maldita se encuentran varios elementos por los cuales dicha obra puede considerarse de la Onda a pesar del distanciamiento contextual entre el momento en el que ocurren los hechos y el momento en el que se escribe la obra. No obstante, la función de la obra continúa siendo la misma, ya que conserva la intención de llegar a los jóvenes, para recordarnos que la Onda no ha muerto y que continúa con nosotros aún 40 años después de los sucesos. Esto, lo podemos ver claramente en la herencia del lenguaje, los gustos musicales y más precisamente, que los jóvenes seguimos teniendo las mismas inquietudes, emociones y sed de experimentación que hace diez, quince o cincuenta años antes.

Bibliografía.
Ariceaga, Alejandro. (2004). Camada maldita. IMC. México
Goldbard, Enrique. Archivo Hemerográfico GM, Lo gay de los medios. “Ojo clínico / Gerontofobia.” (consultado el 5 de abril 2008) en http://www.gaymexico.com.mx/news/notahemeroteca645.html
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